Supernova

Elena se despertó y se encontró convertida en Marilyn, una vez más.

La joven no tenía mucho tiempo de haber llegado al país de los sueños, no obstante, ahora vivía su mayor ilusión. Como actriz ganó cierto renombre gracias a un par de pariciones en películas de bajo presupuesto. Una de ellas llamó la atención de un famoso director y la contrató para encarnar a la leyenda que todos llamaban Marilyn.

El caracterizarla no iba a ser una tarea fácil, pero Elena daba el físico y lo demás sería un arduo entrenamiento. En ese relato cinematográfica la chica debía ser ella: su modo de comportarse, de caminar, de reír. Hasta podría aspirar a la candidatura por el Oscar.

A continuación, vino lo más difícil: tomar clases con un profesor que le enseñara a hablar inglés. Elena no era fluida en el idioma, solo memorizaba sus líneas y las repetía con naturalidad. El maestro de dicción tendría que corregir el acento para esa película.

Muchos se preguntaron cómo fue posible que una desconocida consiguiera el papel si a leguas se notaban sus deficiencias. Los productores no dieron explicaciones.

Elena, por su parte, en la búsqueda por compenetrarse con el personaje leyó algunas biografías y vio sus filmes. No representar bien a un ícono sería un desastre para la producción y el fin de su incipiente carrera.

          Ella lo consiguió. Logró reunir la mayoría de las cualidades que se esperaban de la rubia platinada. Fue tan fiel en su desempeño que, una vez terminado el rodaje, no podía desprenderse de ella. Iba a entrevistas de promoción donde se le pedía que la imitara y eso ya no era un reto. Marilyn estaba tan adherida su piel y a su estado de ánimo que en poco tiempo se dio cuenta de que su compenetración la hacía sufrir.

No quiso alarmar a nadie o no tendía futuros proyectos. Pensó que ir donde un psiquiatra era lo mejor que podía hacer, solo que los comprimidos recetados se volvieron una maldición. Frente al espejo del baño, donde su imagen reflejada era el de la mujer de antaño, se preguntaba si era capaz de continuar o tirarlos al retrete. Elena sabía que eventualmente creaban dependencia y resistencia. No quería terminar tirada en una cama, muerta por sobredosis, pero tampoco ser absorbida por el drama de una estrella colapsada.