Aunque la mujer fue acusada de asesinato en primer grado, no se veía muy dispuesta a colaborar con su abogado. Sin mucho preámbulo reconoció haber matado a su esposo y no sentir remordimiento. Subrayó que era un buen hombre, pero tanta benevolencia la orilló a ser radical en su decisión. Luchó continuamente por salir del círculo de aburrimiento y codependencia que le asfixiaba. Ahora su vida cobraba mayor interés.
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