Piel

Procuramos que el sol no le abrasara y lo llenara de ampollas. Le ahorraría un cáncer en el futuro. Que el detergente no le causara alergias. Que las prendas fueran de oro. No salíamos de la consulta del dermatólogo porque la menor de las picaduras se le enronchaba o porque el acné podría sacudirle la autoestima. Todo eso para que, ya de adulto, se cubriera de tatuajes, ocultándose entre tinta y diseños que dificultaban reconocerlo.