Al principio, el perro de mi vecino, un golden retriever, no entendía cuando yo le gritaba: ¡Detente! o ¡Para, para!
Se erguía en dos patas y me ensuciaba la camisa mientras intentaba lamerme la cara.
—Tu perro no entiende español —le dije al dueño.
—No. Solo inglés.
Tras mucho insistir, creo que ahora entiende un poco más, pero a veces se queda sentado cuando le doy una orden. Gira la cabeza hacia su amo con cara de quien pregunta:
—¿WTF, Dude?
Es un perro inteligente. Ya es bilingüe.