El sujeto lo miró de arriba abajo y preguntó: —¿Así que usted viene del otro lado de la frontera? —Sí. Llevo muchos años viviendo en California. —Busco un chofer que conduzca un camión hasta la ciudad de México y que tenga buena experiencia de manejo. Los de aquí tienen licencia, pero son compradas. Allá en…
Con todo el estilo de un detective privado, mi amigo Louis se aproximó a la puerta de su carro y notó que tenía un golpe reciente. Se percató en el instante en que quiso abordar el vehículo y percibió cierta resistencia. En el piso encontró manchas de humedad y minúsculas escarchas de pintura roja. Giró…
—El cuerpo de Cristo, la sangre de Cristo —repetía el caníbal al engullir las ostias que el misionero llevara a la selva.
Jacinto trabajaba como jardinero los fines de semana. La poda de árboles le suministraba abundante leña para la chimenea. En una ocasión le ofreció una carga a su amigo Miguel. Este la aceptó con la condición de que se la llevara a la compañía donde ambos laboraban. Al final de la jornada quedaron en llevar…
—Debe existir una mejor salida para un embarazo no deseado —dijo la chica mientras se acariciaba el abdomen, veinte años después del intento fallido a manos de su madre.
En la Navidad del 95 le regalé a mi sobrino el Hombre Araña que me hubiera gustado que me regalaran de niño. Era un muñeco de plástico al cual se le podían flexionar brazos y piernas y girar la cabeza. El pequeño lo revisó, vio lo que hacía y dijo: ¿Qué más hace? Creo que…
El consejo de la ciudad decidió que era mejor derribar el puente. Los indigentes tuvieron que abandonar el hogar de los últimos cinco años, pero no se abatieron por el hecho. Las noticias afirmaban que la nueva construcción sería de diseño moderno y antisísmico.
El hombre detuvo su bicicleta en seco y se aproximó persuasivo a la muchacha que amenazaba con lanzarse desde el puente. —Los problemas de la vida no son como las ecuaciones matemáticas. Estos tienen infinitas maneras de ser resueltos. Esta no tiene por qué ser la primera solución —dijo mientras subía a la balaustrada. Ella…
Samuel llegó de visita. Estaba preocupado porque no encontraba un empleo. Lo atendí en el patio desde donde podía ver a los trabajadores que arreglaban el techo del garaje. —Habla con Jesús —le dije. —¿Cuál Jesús? —El que está arriba —dije y apunté al cielo. Me miró como si me estuviera burlando. —¿De qué Jesús…
—Lo siento, lave tu traje de fantasma con mi ropa y se ha teñido de color rosa. Espero que eso no sea un inconveniente para alguien que en vida era un hombre muy seguro. ¿O sí?
