El hombre tomó al chiquillo por el cuello y lo apartó del resto de pastores que se habían aglomerado frente al establo.
—¿Qué haces aquí con esta horda de holgazanes? —vociferó.
—Dicen que ha nacido un nuevo rey y hemos venido a verlo. Yo tocaré el tambor.
—Un rey, ¿en esta pocilga? ¡Bah! Te pago para que cuides de mis ovejas.
Le arrebató el rústico instrumento y lo pisoteó.
—Regresa a cuidar de los animales o pondré a otro que lo haga mejor.
—Buscaremos la manera de repararlo —dijo uno de los asistentes—. Toma esta flauta. Esta echa de una caña de río. ¿La puedes tocar?
—Sí.