Nevada

La tormenta cubría de blanco el paisaje. El animal, desde el tronco hueco de un árbol, acechaba al hombre rollizo. Se aproximó a él con sigilo. En cuanto estuvo seguro, se abalanzó sobre el sujeto. De una mordida le arrancó la nariz. Quizás profirió algún grito de dolor, pero nadie lo escuchó en el medio de la ventisca. El agresor se refugió en su madriguera y ahí la devoró con deleite.

          Al amanecer, el individuo continuaba en la misma posición. Los niños que salieron a jugar se acercaron para ayudarle. El mayor de ellos le clavó una zanahoria en la mitad del rostro. Los otros aplaudieron el acto.