El hombre se acercó al sujeto, atado a una silla, hasta que su rostro quedó muy cerca de él.
—Yo sé que tú mataste a mi hermana.
—No la maté. Fue un accidente. Simplemente desapareció.
—¡Tú y tus malditos trucos! —gritó a la vez que la propinaba un golpe en la boca—. Solo quiero saber dónde la escondiste.
—«Un mago nunca revela sus secretos».
—Ya verás que sí.
Fue hacia la caja de herramientas y extrajo un par de tenazas.