Para mi madre fui muy especial desde que nací. Todo se debió a una lesión cardiaca congénita que los médicos no podían resolver y que a su juicio terminaría con mi vida en cualquier momento. Por muchos años se me advirtió de no correr largas distancias, sufrir de grandes emociones y mantener una dieta especial. Así fue hasta el día que mi hermana mayor corrió detrás de su mascota y un carro la arrolló.
Pobre, ella pasó a un segundo plano a raíz de mi enfermedad. Yo sabía que ella siempre estaba ahí, pero se movía como una sombra a la que se da por sentado que nada malo le puede ocurrir. Mi madre se arrepintió de no haberlo dedicado el tiempo que se merecía. Con su ausencia aprendí que no importa que tan enfermo estés, vas a morir el día que está planeado para ti.