Érase una vez una ciudad que dejó de ser segura. La criminalidad fue en aumento, entonces los pobladores comenzaron a instalar verjas de hierro en sus puertas y ventanas, en los tragaluces y pórticos. Después de algún tiempo el metal comenzó a fundirse y la ciudad llegó a parecerse a un domo gigantesco. Los habitantes lo compararon con una jaula. Luego les empezaron a salir plumas.