En un momento de depresión profunda quise morir. Salí a la calle sin protección de ninguna clase, ante el asombro de la gente. Quería atrapar el virus donde quiera que estuviera.
No morí en el intento, pero mi familia sí. Uno después del otro. No pude decirles adiós.
Qué mala suerte la mía el no poder morir cuando se desea. Ahora tengo una gran deuda con la funeraria que deberé pagar mientras no consiga atrapar una cepa distinta.