El anticuario le mostró el espejo a su hija. Le dijo que era una rareza y que había permanecido íntegro a pesar del tiempo. Ella, fascinada por el objeto, dejó aflorar su vanidad.
—Espejo en la pared: ¿quién es la mujer más bella del universo?
—Tú.
Ese año la chica ganó el concurso.