El reloj en lo alto de la pared señalaba las nueve de la noche. Afuera soplaban los vientos de otoño y los árboles, cerca de la ventana, se mecían al compás de estos. Dentro del edificio todo era quietud y silencio. Solo las enfermeras, quienes lucían espectrales bajo la tenue luz, deambulaban por los pasillos…